La violencia doméstica es un tema que preocupa, y mucho, a toda la sociedad. Las estadísticas sobre el maltrato ponen los pelos de punta y año tras año se multiplican los casos. En 2007 la Unidad Técnica para la Violencia de Género de la Policía Local de Mieres realizó 36 intervenciones. A pesar de que se han adoptado medidas de todo tipo para intentar atajar el problema - prevención, detección, intervención - la violencia de género continúa llenando de cadáveres las morgues españolas; mujeres apuñaladas, atropelladas, quemadas vivas, rociadas con ácido, descuartizadas, lanzadas al vacio o tiroteadas, engordan la crónica negra. Ni el incremento de policías y guardias civiles para la protección de las víctimas, ni la implicación de la Policía Local ni el extremar las medidas de vigilancia han dado los frutos esperados.
Cuando voy por la calle todos me preguntan por él. Es tan agradable, tan encantador, tan trabajador... Nadie se lo figura…
Si me voy, darán por supuesto que la mala soy yo, que me lo invento, que le quiero hundir y que le quiero sacar los cuartos, “con lo bueno que ha sido siempre”. Al parecer, tengo que estar agradecida de que me mantenga y de que nunca me haya puesto los cuernos, y de que no sea un borracho ni un drogadicto. ¡Pues sí que tengo suerte!
Hoy me ha costado mucho trabajo levantarme. Me duele el cuerpo y el alma. El cuerpo por los hematomas. Siempre hay excusas. Y el alma porque no puedo más, porque no tengo lágrimas, porque me vence la resignación. Pero sigo siendo fuerte, por eso me levanto, llevo a la niña a la escuela y saco brillo a todo el mueble de la casa. Ayer me recriminó el polvo que había en la mesa del salón; voy a las compras y le traigo su carne preferida, a ver si se le mejora el humor; y de paso voy a la peluquería y me pongo guapa: quizás me quiera menos porque últimamente casi no me arreglo.
Llega de trabajar puntual. Me saluda con un beso, como si anoche no hubiera pasado nada y me siento un poco mejor. Me dice, qué limpio está todo y me arranca una sonrisa. Se alegra porque he cocinado su plato favorito y soy feliz. Le digo que he ido a la peluquería y me pregunta: “¿para qué?”
–Para estar guapa.
-¿Para quién? (ya empieza su agresividad)
–Para ti.
–Mentira, a alguien tendrás por ahí. Y ahora me cocinas esto para hacerme la pelota, para disimular. Pues que sepas que está soso, sabe a mierda. ¡No vales para nada! ¡Eres una puta!
–Pero si yo...
-¡Cállate, que hasta que no lo ves feo no te callas! ¡O te callas o te meto una hostia!
Me callo y vuelve a dolerme el alma. Sólo pido al cielo que mi hija no viva el mismo infierno que yo. Sé fuerte, me repito. Sé fuerte. Pero... fuerte, ¿para qué?
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