viernes, 10 de octubre de 2008

VIOLENCIA DE GÉNERO



La violencia doméstica es un tema que preocupa, y mucho, a toda la sociedad. Las estadísticas sobre el maltrato ponen los pelos de punta y año tras año se multiplican los casos. En 2007 la Unidad Técnica para la Violencia de Género de la Policía Local de Mieres realizó 36 intervenciones. A pesar de que se han adoptado medidas de todo tipo para intentar atajar el problema - prevención, detección, intervención - la violencia de género continúa llenando de cadáveres las morgues españolas; mujeres apuñaladas, atropelladas, quemadas vivas, rociadas con ácido, descuartizadas, lanzadas al vacio o tiroteadas, engordan la crónica negra. Ni el incremento de policías y guardias civiles para la protección de las víctimas, ni la implicación de la Policía Local ni el extremar las medidas de vigilancia han dado los frutos esperados.

Cierto es que se han conseguido avances para apoyar a estas mujeres en los ámbitos educativo, sanitario, judicial, económico y publicitario, con campañas de sensibilización, pero nada parece poder detener a estos sanguinarios depredadores urbanos incapaces de asimilar una ruptura sentimental que les desequilibra mentalmente y recurren al homicidio para consumar una venganza absurda e irracional. La sensibilización social ha provocado que los medios de comunicación se hagan eco de este tema y contribuyan a señalar a los maltratadores, aunque en muchos casos sea tarde para salvar una vida. El caso del profesor Neira, quien se encuentra en coma por intentar mediar en una disputa de pareja (Violeta Santander y Antonio Puertas) cuando la mujer estaba siendo presuntamente maltratada ha desencadenado una cadena de condenas porque Violeta defiende a su presunto maltratador, dicen algunas voces que poseída por un síndrome similar al de Estocolmo (la víctima desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador). La aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, ha sido un paso más para combatir las agresiones que se producen en la pareja.

Las autoridades locales mierenses no son ajenas a estas cuestiones como así lo demuestran las manifestaciones de la concejala de Juventud y Mujer del Ayuntamiento de Mieres, Nuria González, quien nos ha dado su opinión al respecto. Además de lo que nos expone en el vídeo, Nuria está convencida de que la influencia familiar y social ejerce presión sobre la víctima, ya que muchas veces no sólo interviene la pareja maltratadora sino que también lo hace el resto de la sociedad por distintas vías. El problema no está ligado exclusivamente a las clases sociales bajas sino que se da también en las capas sociales más elevadas. El maltratador lo es y punto; nada tienen que ver en su actitud ni los estudios universitarios - por ejemplo - ni la solvencia económica.



La contribución personal de la edil de la Mujer para la concienciación de la sociedad sobre el maltrato es este relato:

-“Sé fuerte”, me repite mi familia. Fuerte para seguir aguantando, para lograr que no me afecte. ¡Fuerte!
Fuertes son los insultos, las palizas, sus celos... Pero al parecer, yo también tengo que ser fuerte para soportarlo.
Necesito que alguien me diga sé fuerte para denunciarlo, para separarte de él... Si alguien me diese ese empujón... Necesito gritar al mundo que me ayuden, pero el mundo que me rodea me dice que son cosas de pareja, que nadie se entere, que asuma su temperamento.

Cuando voy por la calle todos me preguntan por él. Es tan agradable, tan encantador, tan trabajador... Nadie se lo figura…

Si me voy, darán por supuesto que la mala soy yo, que me lo invento, que le quiero hundir y que le quiero sacar los cuartos, “con lo bueno que ha sido siempre”. Al parecer, tengo que estar agradecida de que me mantenga y de que nunca me haya puesto los cuernos, y de que no sea un borracho ni un drogadicto. ¡Pues sí que tengo suerte!

Hoy me ha costado mucho trabajo levantarme. Me duele el cuerpo y el alma. El cuerpo por los hematomas. Siempre hay excusas. Y el alma porque no puedo más, porque no tengo lágrimas, porque me vence la resignación. Pero sigo siendo fuerte, por eso me levanto, llevo a la niña a la escuela y saco brillo a todo el mueble de la casa. Ayer me recriminó el polvo que había en la mesa del salón; voy a las compras y le traigo su carne preferida, a ver si se le mejora el humor; y de paso voy a la peluquería y me pongo guapa: quizás me quiera menos porque últimamente casi no me arreglo.

Llega de trabajar puntual. Me saluda con un beso, como si anoche no hubiera pasado nada y me siento un poco mejor. Me dice, qué limpio está todo y me arranca una sonrisa. Se alegra porque he cocinado su plato favorito y soy feliz. Le digo que he ido a la peluquería y me pregunta: “¿para qué?”

–Para estar guapa.

-¿Para quién? (ya empieza su agresividad)

–Para ti.

–Mentira, a alguien tendrás por ahí. Y ahora me cocinas esto para hacerme la pelota, para disimular. Pues que sepas que está soso, sabe a mierda. ¡No vales para nada! ¡Eres una puta!

–Pero si yo...

-¡Cállate, que hasta que no lo ves feo no te callas! ¡O te callas o te meto una hostia!

Me callo y vuelve a dolerme el alma. Sólo pido al cielo que mi hija no viva el mismo infierno que yo. Sé fuerte, me repito. Sé fuerte. Pero... fuerte, ¿para qué?

Recuerda: tu miedo es su valentía y tu silencio su fuerza.


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