En una sociedad como la actual en la que no sólo hay una crisis económica sino de valores, en la que los políticos (con las excepciones de rigor) son como zombies que en vez de trabajar por el bien común (que se decía antes, y a lo mejor hay que retomar esa definición, ponerla en boga) trabajan por el propio sin sonrojarse y con la altanería que distingue a los semidioses (ejemplos de corrupción, prevaricación, tráfico de influencias, prebendas, enchufismo, etc., etc. hay para dar y tomar); en una sociedad, digo, donde se está valorando retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años y se replantea aumentar el número de años de cotización para cobrar el cien por cien de la pensión, de repente, a este señor -Marroquín- le prejubilan con tres mil euros y una indemnización -me lo expliquen- de doscientos cincuenta mil; y no ha sido en contra de su voluntad.
Y me he quedado "planchao", oye, con cara de tonto. Cómo lo hacen es un misterio, pero lo hacen, y no se esconden (bueno, el misterio no lo es tanto si hablamos de Hunosa -todavía empresa pública, creo- y de las prebendas de los privilegiados del "pozu moqueta"). Se comenta que abandonó a su suerte a los trabajadores de Venturo XXI (en quiebra), que están que trinan con este señor -que dirigía el Instituto de Desarrollo Económico del Principado de Asturias-, al que acusan de haberles dejado en la puta calle, a pesar de que la empresa ha recibido 1,2 millones de euros en subvenciones (que se han ido a la mierda).
De mayor quiero una prejubilación así e irme para casita a disfrutar de la familia, el campo, la playa, la montaña, el gimnasio y los paseos por las rutas del colesterol sabiendo que tengo las espaldas bien guardadas, descojonándome de la crisis y pasándome por el forro penurias ajenas. Se han dado -y se darán- otros casos como el de Marroquín, pero hasta que no haya una revolución social que corrija estos agravios, estos disparates, asistiremos impávidos a retiradas como esta, ante las que sólo cabe el pataleo, la envidia y el "me cago en tal", más que nada por la impotencia y el coraje que dan estas cosas y porque -a ver cuándo cambia el viento- a uno nunca le tocan chollos así.
Se acaba un año y empieza otro, pero no sé por qué tengo la impresión de que aquello de "año nuevo, vida nueva" es una puñetera milonga, una falacia como la copa de un pino, una simple frase hecha, un deseo más que otra cosa, y que, por tanto, nunca se cumple (los que viven de puta madres seguirán viviendo igual y los otros continuarán pasándolas más putas que Caín). Yo, por si acaso, abogo por quedarme como estoy, no vaya a ser que de tanto buscar la suerte me caiga encima la mala (suerte, se entiende).
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