No todos los días se cumplen; es un hito en los tiempos que corren y tras haber superado, guerra, posguerra (aunque a algunos les suene a chino), crisis, dificultades y todo lo que ustedes quieran. Es probable que nunca podamos corresponderle como se merece, ni agradecerle sus desvelos y sacrificios, su empeño por educarnos y darnos unos estudios. Es posible que a lo largo del camino haya renunciado a cosas por nosotros, sus hijos. Sin embargo, nunca te recuerda que hay una deuda por saldar. Todo lo contrario. Ahí sigue, al pié del cañón, aportando lo que puede a nuestras vidas.
Son ochenta y cuatro y esperamos que el cuerpo (y la mente, y el alma) le aguanten unos cuantos más. Seres excepcionales, como una madre, no tienen recambio y son, evidentemente, insustituibles.
Gracias, mamá, por estar ahí, a veces en silencio, en segundo plano, o en páginas interiores, cuando te has hecho acreedora a la portada.
3 comentarios:
Que disfrute lo que aún le de la vida y tú de ella... Un fuerte abrazo
Gracies, campeón, yes un fiera
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