domingo, 30 de noviembre de 2008
CUIDADOS PALIATIVOS (3)
MORIR CON DIGNIDAD
Hoy se vive más tiempo y mejor que antes, pero demasiadas veces se puede morir peor. Ayudar a bien morir es la gran asignatura pendiente de la medicina actual. Pero inmediatamente surge la pregunta: ¿Qué es morir con dignidad?.
En nuestra sociedad coexisten dos conceptos distintos de dignidad humana. Los partidarios de la eutanasia recurrirán a este concepto para legitimarla, mientras los detractores se basan en ella para repudiarla. Los primeros sitúan la dignidad humana en la autonomía, es decir, en la libertad de ser legislador y juez de sus propios actos, mientras que los segundos ponen la dignidad en el acatamiento de una voluntad superior, divina, siempre benigna, que quiere y dispone. Unos consideran que la vida sin un mínimo de calidad no tiene ningún sentido, son defensores del concepto “calidad de vida”. Los otros defienden lo que denominan “santidad de la vida”, considerando que la vida se debe mantener siempre y a toda costa, pues mientras hay vida hay esperanza.
Entre ambos grupos extremos, con diferentes matices, probablemente se encuentran la mayoría de la población. La búsqueda de consenso y encuentro entre estas dos concepciones de la dignidad humana es una reflexión aún pendiente en nuestra sociedad, a menudo sustituida por la pseudoreflexión que busca y compara con lamentables y dramáticos tiempos pasados recientes, y que tan solo pretende preservar la ética tradicional obviando el derecho fundamental de todo ser humano a ser libre, libre para vivir, libre para morir.
La libertad es un derecho innato. Nacemos para ser libres. Y la libertad para decidir sobre nuestro propio cuerpo debería ser respetada en todo momento. Bajo este punto de vista, ni los partidarios de la eutanasia pueden descalificar a quien quiere seguir viviendo aunque se vea sometido a graves dolencias e incapacidades, ni los detractores de ella pueden legítimamente impedir que quien se ve sometido a tales males disponga autónoma y libremente de su cuerpo y de su vida.
En otro sentido, diversos estudios han puesto de manifiesto múltiples variables que definen la dignidad humana en el proceso de morir, variables distintas que adquieren diferentes grados de importancia y trascendencia entre unos individuos y otros, a saber:
Para morir con dignidad algunos consideran que lo primero es saber que se están muriendo. Reclaman información verdadera para poder tomar decisiones. Argumentan que nadie puede morir dignamente si no sabe que se está muriendo.
Otros asocian morir con dignidad a morir rodeado de sus seres queridos, sin dolor ni sufrimiento, a su tiempo, sin manipulaciones médicas innecesarias y con la asistencia médica precisa. Independientemente del grado de información y autonomía.
Hay quien, reclamando el principio de autonomía, asocia morir con dignidad a elegir el momento y la forma de muerte.
Actualmente la muerte es mayoritariamente intervenida por los profesionales de la medicina, diseñando su proceso y trayecto. Desde aquí se propone un proceso en el que la propia persona es protagonista del hecho último que le pertenece: su extinción final. La esperanza de dignidad que cada uno buscará en su momento final podrá tomar diferentes formas. No nos corresponde a ninguno de nosotros robar esta última intimidad.
Mientras se hace esa reflexión de encuentro, lo mejor para ensombrecer ese espinoso debate es que los profesionales de la medicina se involucren en procurar, si ya no existe remedio, que los enfermos mueran con dignidad, con la misma pasión que se involucran en el diagnóstico y tratamiento. Eso es lo que proclama la filosofía de los cuidados paliativos. Si se potencian, se evitarán en gran medida muchos sufrimientos y peticiones de eutanasia, y se irá aprobando la gran asignatura pendiente de la medicina actual: Ayudar a morir con dignidad.
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