De igual forma que uno evalúa o valora -o critica- tal o cual cosa (en mi caso, desde luego, siempre procuro tener unos mínimos conocimientos), esa opinión está sujeta a la crítica de otros (hay que ser conscientes de ello y estar preparados), lo cual no me molesta, enajena, turba o cabrea (cuando se hace con sentido, sin ánimo de ofensa y aparcando la prepotencia). Eso es una cosa y otra, bien distinta, tener la creencia de que estamos siempre en posesión de la verdad, que componemos mejor que Beethoven, que alcanzamos en el canto tesituras superiores a las de Plácido Domingo, que somos más guapos que Angelina y Brad -como si descendiéramos directamente de Venus o Apolo-, que interpretamos mejor que Newman (Paul), Brando (Marlon) o Davis (Bette), que cocinamos con más glamur que Arzak o Berasategui, que la pluma de Cervantes se queda en plumita comparada con la nuestra, que en la cama somos máquinas de hacer el amor y en el trabajo curramos más que nadie, o que somos, en suma, el ombligo del mundo y estamos convencidos de que lo nuestro es lo mejor del universo y punto pelota.
En qué parte del camino hemos perdido el norte, lo ignoro; el caso es que tomamos los derroteros que nos conviene autoconvencidos de que no hay quien nos "tosa". Pues, no señor. Cuando se tienen intereses DIRECTOS en algo, la subjetividad te acompaña (y me lo aplico el primero); está complicado, por tanto, ser imparcial. Por eso no me seducen las milongas ni que trasladen los discursos al ámbito personal con el ánimo de distraer. No cuela, por muy a gusto que se quede uno. Y lo que para otro es lo mejor, para mi puede no serlo. Una cosa es la calidad de una obra y otra el gusto de cada cuál; no pasa sólo en la música, ocurre algo parecido en el cine, la pintura, la literatura, etc. Y sí, en llingua asturiana estoy pez, a qué negarlo. Pero dudo que el anónimo comentarista me saque muchos cuerpos de ventaja en ese terreno si analizamos su escritura en el antedicho comentario. A no ser, claro, que lo haya hecho a propósito para no delatarse, que todo puede ocurrir en esta bendita tierra apostrofada por doquier.
A ver si nos sometemos todos a una cura de humildad y dejamos de ver fantasmas donde no los hay. Vuelvo a repetir que las discrepancias enriquecen el debate siempre y cuando uno no se trabe, se enroque o utilice la sordera como argumento, arma o pretexto. Pero saber leer es tan importante y saludable como seguir una dieta equilibrada. Lo primero te permitirá entender lo que has leído, interpretarlo y opinar con mayor certeza y ecuanimidad; el valor de lo segundo es un secreto a voces, así que huelga cualquier comentario.
Saludos cordiales.
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