El vicepresidente del Club de la Sana Folganza (instaurado en Facebook), que preside Pablosiana, musicólogo que anda ahora por tierras mejicanas con su señora (quien se pasa las horas entre prensa y platós de televisión mientras él practica el noble arte de la pereza) organizó recientemente una comida en "Casa Fulgencio" (Requejo-Mieres) con los miembros del Club Ancla, una institución emblemática de los tiempos de María Castaña que nació en el barrio de Santa Marina y muchos de cuyos miembros se encuentran en la actualidad repartidos por rincones varios de España, pero acuden como posesos a la cita anual que se convoca con el ánimo de compartir vivencias.
Quiere esto decir que la sana folganza (ambos clubes tienen mucho en común) alrededor de una mesa multiplica su factor positivo para la salud, es beneficioso para las relaciones y alarga la vida (como la risa, y de esas nos echamos unas cuantas). A pesar de que armaron la de su madre (estos del "Ancla" tienen solera y parecen pacíficos, pero luego son puro fuego), el local (Fulgencio) sigue en pie, sus camareros en plena forma (escanciando sidra de la buena), sin heridas aparentes, y el dueño, correcto y exquisito, no ha dicho nada como, por ejemplo: "búsquense ustedes otro garito para la comida del año próximo y olvídenme" (lo cual dice mucho a nuestro favor) y denota la paciencia del restaurador (menuda categoría que te doy, Pedrín).
Algunos componentes del "ANCLA" se ha quedado por el camino, desgraciadamente, y eso jode bastante, pero se asume porque así es la vida aunque no se entienda que la parca se lleve a los jóvenes (con cuarenta y pico años aun puede hablarse de juventud). En la foto ni están todos los que son ni son todos los que están, mayormente, porque Vicente, Laureano, los gemelos, Andrés y Tino, y la esposa del primero, y Gelu Solís, se fueron un poco antes que los demás por distintos compromisos. Y Roberto, junto con su mujer, hubieron de quedarse en casa de Guti al sentirse el hombre indispuesto; y eso que vino expresamente desde Barcelona para la comida. Afortunadamente se recuperó a los pocos días y pudo reanudar su vida con normalidad.
Definitivamente, ¡qué sana es la folganza! Y si va acompañada de un buen menú (calamares frescos, centollos, brochetas de pixín y langostinos, entrecot de buey) y gente de bien, para qué te voy a contar. Una gozada.
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