Manifestantes en la Puerta del Sol. Imagen: El Confidencial |
No es una novedad que una mayoría de ciudadanos está harta de la crisis (que siempre pagan los mismos) y empieza a estar cansada de una clase política que no da la talla (conocida ya como La Casta), que disfruta de unos privilegios inconfesables. Si a esto le unimos la tiranía del poder financiero, preservada por rescates inexplicables en forma de inyección de miles de millones de euros que salen de las arcas públicas y, por tanto, de los bolsillos del contribuyente (para luego restringir el crédito a las familias), la indignación se dispara y se multiplican los indignados.
Comienza a hacer pupa esta plataforma, esta indignación con tintes de utopía. Demandar regeneración democrática en una país como el nuestro parece, a priori, extraño. O gobernantes, instituciones, partidos y demás poderes, ya sean fácticos o menos, están pillados por los huevos y carecen de capacidad de maniobra o no quieren mover un dedo para revertir la situación (teoría más extendida entre la ciudadanía) porque a nadie le gusta perder privilegios. Así de claro. Las medidas contra la crisis han desatado esa corriente de indignación: reducción de salarios a los empleados públicos, congelación de pensiones, grandes recortes de la inversión pública, etc., etc. Y ellos -La Casta y los Mercados- tan panchos y circulando en sentido contrario como si no pasara nada. Pero las movilizaciones se extienden como regueros de pólvora y empiezan a sonar trompetas de apocalipsis anunciando el final de una era, de una forma de gobernar, de hacer política. Eso, es decir, cambios sociales sin demora, o la revolución social. No hay plan C, aunque muchos ya han demostrado ser expertos en sacarse conejos de la chistera.
Alguien dijo que "tampoco hace falta ser un peligroso activista forjado en los movimientos antisistema para invocar el derecho constitucional a manifestarse en la calle, pedir la reforma de la Ley Electoral y el fin de los privilegios de la clase política, denunciar la censura o reclamar vivienda y trabajo de los poderes públicos". Pues eso, que es, en el fondo, de lo que se trata y lo que se demanda. El 15-M puede marcar un antes y un después en la joven democracia española. Que no decaiga.
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