Gerardo García González, ex director médico del Área Sanitaria VII, tenía muy claros los objetivos, aunque éstos - finalmente - debieron parecerle inalcanzables. Quizá por eso ha preferido dejar paso a otros y retornar a sus cuidados paliativos en el Hospital de Cabueñes, a ejercer como médico. Le va más el trabajo de campo, el contacto directo con el paciente, que la comodidad del despacho y las horas muertas. Es lo que pasa con los profesionales de verdad, con quienes se toman su trabajo con rigor y responsabilidad y como algo realmente importante y, sobre todo, útil por su carácter de servicio (haberlos, como las meigas, haylos). Lo demás es secundario.
En tan poco tiempo, este hombre que transmite una serenidad y un aplomo envidiables, demostró carácter y valentía, y una pequeña huella de su paso por Mieres ha quedado marcada en el nuevo Centro de Salud Sur. Unos cuantos compañeros le despidieron con una comida sembrada de afectos, el menú más sabroso que podía degustar. Lástima que los buenos se vayan tan pronto, y qué suerte para quienes van a tenerle cerca en las horas más duras de la vida, aquellas que nos anuncian el advenimiento de la muerte.
Que te vaya bonito, Gerardo; aquí tienes un amigo.
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