Hay cuatro cuestiones que nos traen a mal traer a los mierenses (bueno, a algunos). La primera es la interminable huelga de Enferbús que se enfanga cada día más; estamos como esperando a que el conflicto se extinga por sí sólo, que se muera de inanición, vamos. Entre tanto, la empresa toma represalias y les ha firmado el despido a unos cuantos trabajadores alegando que no paran de hacer la puñeta limándoles las uñas (ruedas) a los vehículos y entorpeciendo los servicios mínimos. O sea, que no hay acuerdo y si mucha crispación. Malo para el negocio, para el empleo y para el ciudadano.
Otra es la de los los cacos quienes, últimamente, se están poniendo las botas a costa de los comerciantes de Mieres y de algunos particulares. La ola de robos nos ha pillado a todos en bolas porque la villa de Teodoro Cuesta era, hasta ahora, idílica en ese sentido; es decir, que el índice de delitos no era como para asustar. Sin embargo, en los últimos días el ciudadano anda con la mosca detrás de la oreja por mucho que algunas autoridades digan que es una cuestión puntual y que como vino se irá (me encantan estos análisis tan concienzudos). En todo caso, y si es que no podemos con ello, recurramos a los hombres de Harrelson o a Harry el Sucio y te limpian el pueblo de cacía en un abrir y cerrar de ojos (daños colaterales no incluidos).
Imagen: Cuartel de la Guardia Civil de Mieres
La tercera cuestión que preocupa es la construcción de un nuevo cuartel de la Guardi Civil en el mismo sitio donde se ubica el actual. Con ello -dicen los vecinos- se van a recortar o desaparecer zonas verdes y a tomar viento los aparcamientos. Por supuesto que las autoridades locales dicen que de eso nanai, que habrá zonas verdes para niños y mayores, aunque lo de los aparcamientos está más chungo. Veamos. Un nuevo cuartel es necesario como el comer porque los números de la Benemérita que actualmente residen en el cuartel, se merecen unas instalaciones acordes con los tiempos y no lo que tienen ahora, viejo, obsoleto y caduco. Una ruina de cuartel, vamos. Pero, por otra parte, ¿será posible aunar todas las sensibilidades y conseguir un nuevo edificio chachi sin cabrear a los vecinos? Aquí parece que no. Luego dirán que ha sido sin querer. Por si acaso, la plataforma vecinal contraria a la construcción de la nueva casa-cuartel, tal y como está proyectada -cómo andará la cosa- se curan en salud y, además de haber recogido tres mil firmas, han recurrido al Defensor del Pueblo. Seguro que alguien se enfada porque aquí cada vez que un ciudadao -o varios- reclama o protesta por algo enseguida ponemos morritos, fruncimos el ceño, arqueamos la ceja o echamos un cagamento (o más por aquello de la variedad y parecer más machos).
Y, finalmente, los mierenses se mosquean nuevamente ante la noticia de que, debido a la crisis, las 131 viviendas proyectadas para Vasco-Mayacina y adjudicadas a la constructora de Florentino Pérez (más preocupado en presidir otra vez el Real Madrid y de abrir mercado en Asia a costa del club blanco que de otros menesteres) tendrán una altura menos, que la cosa está "mu mala" y hay que ahorrar en costes. Los de Florentino han dejado escapar alguna lagrimita diciendo que las labores de cimentación han sido la hostia y eso les ha pellizcado el presupuesto de ejecución. Pero, tranquilos, que dicen desde el consistorio que en la Mayacina no reducirán el número de viviendas. Todo es una serpiente de otoño y las cosas se harán como Dios manda, perdón, como mandan los cánones (y lo estipulado por las partes, digo; y no donde digo, digo, digo Diego).
En fin, que quien se aburra en las cuencas es porque quiere. No hay más que echarle un vistazo a la prensa o darse una vuelta por Mieres para ver que las altas temperaturas no se deben exclusivamente a la buena climatología, que el ambiente está caldeado por otros asuntos de mayor calado y que nada tienen que ver con un bendito, perdón, cálido rayo de sol. Y parecía que estábamos en calma chicha.
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